Tormenta de la introspección
(25 al 29 de agosto, 2008)
La necesidad de desaparecer de su vista
La fuerza gravitacional de su cuerpo distante
La espera del instante secreto en que empiezo a ser desamado
Ella se vuelve menos su propio ser y más el fantasma de mis secretos
Preciso estar fijado para no caer
Pero quiero la libertad de caer
De avanzar hacia lo que ahora ya no es
El terror de desaparecer de un cierto corazón
El pasado se bebe todo el aire del presente
Interrumpir un instante que no se mueve
Arrojado al mundo
Un misterioso temor frente a la fuente de la fatiga
Sobrevivo cerca de una muerte que no se atreve a mostrar su siguiente rostro
Sufrimiento en mí mismo, el cual no termina en otro
Animal grande asustado por la distancia y que espera un perdón sin forma
Hacer un regalo de mi desaparición
Reino de las hipótesis, formas complicadas del miedo
Castrado por una sola palabra orígenes
Presencia, paciencia del dolor, que es una madre
Immer ohne Frage
La cena en el jardín
Almorzarás colibríes
Dioses y hombres de Huarochirí
El diminuto colibrí es comestible, igual lo son
100 colibríes sobre una fuente y luego
Otros 100 brotando de un pastel, como un eructo de agua mineral.
Colibrí-encanto-confusión-velocidad en sus colores
De diminuta cola de pavorreal tan como los suyos.
Una anchoveta voladora. ¿Se me permite?
El menú: Involtini di colibrí.
Silencio aterrado de niños envueltos en torno a los colibríes.
Hummingbirds in the dark fibre
A la velocidad de la pérdida sentimental.
El colibrí evoca lo adorable-inasible. No hay forma de no saberlo
Cuando se desliza una lenta mirada por su lomo.
El colibrí da pasos de aire, como un caballito verde casi negro,
O un único guindón relleno de una sola aceituna.
La cena: un plato yucateca de colibríes ahogados en sopa de limón
& el famoso pastel victoriano de colibrí sans colibrí.
Servidos al final de la tarde entre grandes candelabros,
Brillan tendidos, en una secuencia de largos nudillos
De una mano con demasiados dedos cansados de apretar.
Ayer cuando volaban nadie los podía sujetar.
Ahora un agrio sabor a curvo pico de colibrí perfora mi lengua.
La experiencia no se ha justificado.
¿Voy a seguir comiendo lo sublime? El libro sagrado
Habla de un hombre devorado por mil colibríes
En un gozoso instante.
Un hombre-flor. Un jardín de platos dispuestos para el sacrificio humano.
La última visión es que por fin bajaron
A detener sus alas sobre mi pecho. Tanto los he esperado.
Mirko Lauer
Alcools
Paracaídas Editores, 2013.
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