Viaje a China
Olmo se abrocha los zapatos, va a China, vuelve de China y se desabrocha los zapatos.
Embrollos
Olmo solía embrollarse entre las siguientes proposiciones:
a) comer y luego escribir,
b) escribir y luego comer,
c) comer escribiendo,
d) escribir comiendo,
Si no se ponía de acuerdo, entonces comía y se acostaba a dormir.
Musiquita
Para Olmo sólo existían dos posibilidades. Ser un cabecita "hueca" o un cabecita "musicalizada". Decía:
-Las mujeres aman a los tontos y a los músicos. Mi primera mujer me dejó por un músico. Me dijo: Te dejo porque eres un cabecita hueca. No sabía lo que decía. En realidad, soy un cabecita "musicalizada". En mi cabecita musicalizada suena el mundo de un modo peculiar. Nada rimbombante. Nada a la altura del trombón. Eso sí: notas sueltas. Mi madre me decía: Me gustaría saber lo que estás pensando. Hubiera sido mejor preguntar: Me gustaría saber lo que estás bailando. Una vez me dijo: Me gustaría saber lo que estás escribiendo. Le dije: Musiquita. Y creo que me entendió.
Posiciones radicales
Olmo explica:
-Hemingway escribía de pie. De ahí su economía de estilo. Proust, au contraire, escribía acostado, de ahí su estilo lento, memorioso, prolijo. Nietzche se exasperaba paseando por el bosque. Escribía como si le mordiera el cuello a los pájaros. La mayor parte de los escritores, como yo, escriben o escribieron sentados. De ahí su mediocridad. En la literatura, como en todas las cosas, hay que adoptar posiciones radicales.
Educación sentimental
De su padre, Olmo había heredado el arte de fabricación de chorizos. De su madre, un llevarse la mano al pecho para elevar el falsete. Gracias al padre Olmo había aprendido algo del ritmo de la vida, del duro trámite de la existencia, tramitación infinita de lo mismo, de lo mismo, de lo mismo (palabras de un padre sudoroso). Gracias a la madre lo mismo se hacía cantabile. Al salir el sol la madre se hinchaba como un gorrión humano saludando así al astro rey (palabras temblorosas de una madre). Olmo se vanagloria de su educación sentimental:
-Soy un soprano proletario.
Escritor
Olmo se topa con un escritor que se jacta de no escribir. "¡Veinte años sin escribir!", rechina los dientes el escritor muy cerca de la cara de Olmo. El escritor arranca un pedazo de papel, hace unos garabatos y se lo da a Olmo: "¡Esto es lo único que tendrán de mí!". El escritor enciende un cigarro y dice más calmado: "Deberían darme un premio por mi silencio". Fuma y susurra: "Pero yo no aceptaría el premio". Se queda observando el humo del cigarro: "O no iría a recogerlo".
Decepción
Olmo llega muy abatido, se sienta en el sofá y explica su decepción con el lenguaje. Explica que las palabras ya no sirven para nada:
-¿Qué es la palabra calabaza sino una calabaza vacía?
Dice también acerca del lenguaje:
-De acuerdo. Es una escalera para subir a las cosas. Pero una escalera con defectos. Subes y te caes.
Se ve muy abatido. Entonces a la tía de Olmo se le ocurre la idea de cantarle una nana y Olmo se va quedando dormido y tiene un sueño muy bonito en un mundo sin palabras.
Rolando Sánchez Mejías
Historias de Olmo
Siruela, 2001.
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