Para Lew Welch durante una nevada
Nieva en marzo;
sentado entre el blanco fulgor leo una tesis
sobre ti: tus poemas, tu vida.
El autor es mi estudiante,
e incluso me cita.
Cuarenta años desde que bromeamos
en una cocina de Portland,
veinte desde que desapareciste.
Todos esos años y sus instantes,
panceta friéndose, portazos de un coche,
poemas probados con los amigos
serán un archivo más,
otro borroso texto.
Pero la vida continúa en la cocina
donde aún guisamos y reímos
viendo nevar.
III, 91, Kitkitdizee
En el Hostal del Río Blanco en el Yukón
Para Gary Holthaus
En el Hostal del Río Blanco en el Yukón
suena una campana en medio de la noche
un coche solitario por la autopista de Alaska
que espera repostar en el hostal cerrado.
Para el viajero dormido en un pequeño cuarto
el tañido de la campana es un templo en el Japón,
en sueños me visto con hábito y sandalias
recitando sutras en la fría sala búdica.
Diez mil millas de taiga de abeto blanco;
el maestro hostelero despierta a la campana
y se adentra en la noche de hielo y estrellas,
para vender gasolina al coche.
Laurel de California
El botánico nos dijo:
"Junto a la sierra de Davis, entre repuestos de hogar y fontanería, crece un laurel griego. No huele mucho, pero es el que usaban los poetas. Ahora bien, el laurel de California no es un laurel; puede ahuyentar los insectos y dar sabor a una salsa, y te despeja a fondo la nariz si lo inhalas con una profunda respiración..."
Hojas estrujadas, el olor
me recuerda a Annie, junto el río Big Sur
acampaba bajo los laureles, un verano entero
comiendo arroz integral, desnuda, haciendo yoga
su canto, su profunda respiración.
La cama en el cielo
La moto repiquetea por las calles desiertas
camino de casa a la una de la mañana
placas de hielo brillan bajo la luna
las sorteo por un paso seguro
La luz aterida y desnuda se vierte
llenando la cuenca sobre Kioto
y la llanura
un vago ensueño glaciar
Desde aquí ciento cincuenta kilómetros limpios
el cementerio detrás
Namu Amida Butsu
cincelados diez mil veces
Las ruedas revientan los charcos de barro
las colinas al norte brillan blancas
debería quedarme fuera solo
a ver la luna la noche entera
Pero la cama está llena tendida oscura
te abrazo y me hundo en el calor
mi estómago contra tu vientre
siente moverse a nuestro bebé
La madre osa
Se oculta el rostro
para hablar de comer salmón
bromea conmigo
"Qué sabrás tú de mis modos"
y me besa a través de la montaña.
A través y bajo capas,
pliegues y barrancos;
la boca llena de arándanos,
compartimos.
Gary Snyder
La mente salvaje (Nueva antología)
Traducción: Nacho Fernández Rocafort, Miguel Ángel Bernat,
José Luis Regojo y John Good.
Árdora, 2016.
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