sábado, enero 21, 2017
Cuatro poemas de Leandro Llull
En el camping del Sindicato de Camioneros
A veces se me da por pensar que esos jilgueros,
esas calandrias que escuchaba de pibe
cuando íbamos al camping del Sindicato de Camioneros
se parecen mucho a mis maestros.
Altos, perdidos entre la luz y la sombra,
ubicuos en cada rama,
soltaban su melodía como un hilo inasible,
y yo desde abajo, sin ver, apenas oyendo
esa aguda minucia mezcla de sol y de música,
trataba de imitarlos y silbaba como un ciego,
como un sordo que no entiende el aire entre los labios.
Esos benteveos, esas tacuaras
que cintilaban igual que estrellas, inalcanzables,
perdidos en el tiempo de una tarde de domingo,
dejaban el recuerdo de sus plumas
y saltaban desde lo oscuro hacia un claro celeste
lavando mis silbidos como si fueran
el negro murmullo de las cotorras
cuando la mañana tibiamente asciende.
Mapaches y elefantes
Hablamos con un amigo acerca de qué cosa sea la belleza
y le cuento que una tarde, acompañado de una tía,
en la trastienda de un circo viejo,
tomé un puñado de yuyos del baldío
y lo acerqué temblando a la boca de un elefante.
Le juro que en ese fondo abierto entre la trompa y los colmillos
sentí el resplandor negro de todo lo perfecto.
Él me responde: "Eso es lo sublime, hermano",
y en sus ojos oscuros y ojerosos como los de un mapache
yo veo un abismo brillante y sincero
al que mi corazón se arroja,
y pruebo de nuevo aquel bocado que mi mano obtuvo
en un viaje lento, humedecido
por el aliento de lo bello.
Lanchas
La lancha va sobre el río
como un perro que nada con un hueso,
la cabeza tambaleante, los dientes apretados,
las patas hundidas que se agitan.
Y en la proa nosotros avanzamos
buscando el final de la luz,
la habitación del sol
donde soltar el ladrido transparente,
el mordisco dulce al aire que suspira
su perfume verde por el monte.
Ninjas
En la Biblioteca Popular
para el Desarrollo Social
jugamos con Maxi a los ninjas y él
es el negro, porque el negro
es el bueno, y yo
soy el blanco, el color del malo.
En la mañana de invierno
el sol es un témpano
radiante y tibio que entra
por la puerta vidriada,
y tomamos de la luz la alegría,
la respiramos entre el rechinar
del mosaico y el pasar del colectivo,
hasta que vemos a una mujer
pedaleando una bici que lleva
un carrito enganchado
donde entre cartones juntados para la venta
viajan dos nenas -sus manitos asoman
a través del tejido-,
y avanzando se van por Marco Polo
desde el lado del río,
bajo el día espléndido.
Leandro Llull
Maratón
27 Pulqui, 2016.
A los pibes crudos
Ediciones Vox, 2015.
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