miércoles, agosto 24, 2022

Diez poemas de Beatriz Vignoli

3 a. m.

Lavaderos automáticos desiertos
donde son siempre las tres de la mañana.
Bajo el zumbido del tubo fluorescente
el viejo sereno de la funeraria
dormita en la silla.
Afiches desgarrados.
En la vidriera, los maniquíes quietos,
en cartulinas los precios de las telas.
Un perro silencioso como un hombre
husmea en la basura.
Sobre las franjas negras y amarillas
del estacionamiento
alguien ha escrito, con aerosol,
un nombre.





Los tipitos del Messenger

a Robyn Hitchcock

El frío nos convierte en cosas azules;
cosas un poco redondas, cosas pensativas, cosas grises.

Perlas de colores en una propaganda de shampú,
un soldadito perdido en el jardín, dos muñecos que giran.

Empezamos anotando frases en papelitos
y así seguimos, la mano más vacilante que antes.

¿Qué te hace pensar que el tiempo está derrotándose?
¿Cómo serías si no pensaras así?

En algún lugar del mundo hay un pedazo de luz que es mío.
A veces lo recuerdo; a veces me lo encuentro.





Mersault

No mataré por agua.
No beberé tan caro.

O sí, mataré al guardia.
Tiraré de los pétalos
de esta flor de plomo.

Me deberé la vida.
Matarlo. Él o yo.
¿Hay diferencia?

Yo tiraré. Y dirán:
"Ahí va el animal,
el que mató por sed".

No tiraré. Y dirán:
"Así murió el cobarde,
por compasión suicida".

No tiraré.
Seré el más despreciado.

O tiraré.
Seré yo el que desprecia.

Mas no me gustará poder beber.
Será un agua de muerte. Nadie vuelve
de esta tristeza.





Paris, Texas

El padre mira
su reflejo en el vidrio:
toda la luz que cae
fuera de su sombra
no es su imagen,
no es su hijo,
no es la sombra del pelo de su hijo
que está detrás del vidrio
jugando a que no existe:
—¡Mira, papá,
no existo! y si viajara
más rápido que la velocidad de la luz
tu mirada no me alcanzaría nunca
y yo sería
entonces
como una estrella que está fuera del espacio
—dice
el hijo—
como una estrella que está fuera del espacio.





Surf

Te has sentado en la esquina
donde alguien puso mesas,
sillas de plástico.

Necesitabas ver toda esta luz.
Hubieras sido un pintor impresionista
de nacer en otro siglo, en otra clase.

Te gusta mirar a los skaters,
esos surfistas de tierra que pasan con luz verde
y logran que parezca un océano de asfalto.

Estás solo. Desde que volviste de allá, andas solo.
Vas por fuera del mundo como un ángel,
vos, que mataste.





Vikingos en el bingo

Denegado nos estaba el acceso a lo real,
toda crisis era interna, todo cambio era mental.
Mas la mano hizo contacto con el mundo: ¡un continente,
un continente nuevo descubrimos!
Hartos de la mezquina clemencia impasible del azar
agarramos y empezamos a agarrar, a agarrar, a agarrar...
¡Tengamos, hermanos, tengamos! ¡A saquear!
¡La representación ha muerto! ¡Viva la voluntad!
Si quieren figuritas,
¡que nos filmen y fricen las imágenes!





Monólogo de la gringa

Con desprecio se mira a quien se aferra a lo suyo:
la paz de la llanura, el animal que engorda,
la piala que lo tiene a su pesar.

Es tan grande el deseo de perderlo todo,
ser el autito blanco en la tsunami,
ser parte de algo inmenso.

Con desprecio me miran: no creo en la catástrofe,
vuelvo sobre la traza del edificio antiguo,
pongo un ladrillo nuevo en el hueco de tierra

que dejó el anterior. Reconstruyo en la ruina,
rehago la tapera. Recupero el trazado.
Con desprecio me miran, ellos los del abismo

desde la vastedad de la devastación.
Nómades de la ola, cómo aman la muerte,
el prestigio del mal. Pero no hay viento,

les digo yo. No hay viento.
La vida no es tan larga.
El lobo no vendrá.





Popper

Se la dimos al que nos la chupaba,
pagamos la caricia de su lengua.
Un videogame de carne,
un hoyo prieto más donde abrigarse.
La ponemos ahí donde podemos.
Una boca sin nombre,
tan llena que no juzga.
De rodillas bebió el aire de otro mundo.
La escena es la del rancho de campaña:
tres hombres solos y alrededor el viento.
Tres hombres solos y alrededor el viento,
esa paliza eterna sin culpable,
ese grito sin cuerpo.
Acabamos los cuatro,
cada uno en su espejo.
Una boca sin nombre.
No preguntamos ni nos importó.





Liso Santa Fe

Ah, cuando éramos jóvenes y pobres,
sentados a la orilla del tiempo como indios pescadores
pasábamos la vida buscando una cerveza
y otra vida tomándola.

Andábamos de noche, componíamos
versos en el teléfono.
Veíamos poesía en todas partes:
en la zarpa de oso de la retroexcavadora
en pleno bulevar,
en los carteles: "Liso a 5 pesos".
Todo nos bendecía y nos amaba.

Luchamos ahora contra nuestros nervios
que antes nos sostenían
y ya se han vuelto extraños.
Corremos con el tiempo sin alcanzarlo nunca
mientras los nuevos indios pescadores
sentados en su orilla, ven poesía
en la forma que han tomado nuestros brazos
cansados de rodar.





Bella Vista, enero de 2016

Clubes de barrio, flores atigradas
abiertas a la edad acumulada del verano;
yo que vine a este mundo para ver este mismo atardecer
no quedaré en el gris de los ojos del husky
ni en ese cielo por el que me deslizo hacia todo el olvido.

No quedará nada de esta felicidad
que ya recuerdo, como si ya se hubiese ido.





Beatriz Vignoli
Viernes. Poesía reunida (1979-2021)
Ediciones Nebliplateada, 2022.

No hay comentarios.: