Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos buscan
las tuyas porque si yo te amo y tú me amas tal vez
no todo esté perdido. Las montañas duermen abajo
y quizás las margaritas enciendan el campo de
flores blancas. Un campo donde Los Andes y el
Pacífico abrazados en el fondo de la tierra muerta
despierten y sean como un horizonte de flores
nuestros ojos ciegos emergiendo en la nueva
primavera. ¿Será? ¿será así? las margaritas continúan
doblándose sobre el mar difunto, sobre las grandes
cumbres difuntas y en la oscuridad, descendidos,
como dos envanecidas pieles que se buscan, mis
dedos palpan a tientas los tuyos porque si yo te
toco y tú me tocas tal vez no todo esté perdido y,
todavía, podamos adivinar algo del amor. De todos
los amores muertos que fuimos y de un campo de
flores que crecerá cuando nuestras mortajas blancas,
cuando nuestras mortajas de nieve de todas las
montañas hundidas nos besen boca abajo y nos
vuelvan para arriba las erizadas pestañas.
Raúl Zurita
INRI
FCE, 2003.
viernes, septiembre 10, 2004
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