Tu nombre fue sólo viento en los labios de los suicidas.
Tu rostro fue labrado por la lluvia: sobre la ciega máscara aparecían surcos miserables y párpados y una boca amarilla, pero siguió lloviendo y, un instante, bajo las hebras transparentes, tu rostro fue posible y su belleza se confundía con la luz, pero siguió lloviendo y se perdió como la tierra desgastada por el llanto.
Indescifrables son tu nombre y tu rostro; quizá no has existido,
sin embargo, has llegado a la vejez y haces gestos impuros, también indescifrables.
Antonio Gamoneda
Libro del frío
Siruela, 1992
Tu rostro fue labrado por la lluvia: sobre la ciega máscara aparecían surcos miserables y párpados y una boca amarilla, pero siguió lloviendo y, un instante, bajo las hebras transparentes, tu rostro fue posible y su belleza se confundía con la luz, pero siguió lloviendo y se perdió como la tierra desgastada por el llanto.
Indescifrables son tu nombre y tu rostro; quizá no has existido,
sin embargo, has llegado a la vejez y haces gestos impuros, también indescifrables.
Antonio Gamoneda
Libro del frío
Siruela, 1992
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