El poeta y su trabajo no fue la primera revista que hicimos en México para exponer nuestra idea de la poesía. Hubo otras anteriores empeñadas en la misma reflexión. Una, que se llamó también El poeta y su trabajo y se editó en la Universidad de Puebla entre los años 1983 y 1984. fueron tres tomos dedicados particularmente a la poesía y la poética de poetas norteamericanos contemporáneos: Pound, Williams, Olson, Wallace Stevens, Creeley, Denise Levertov, Zukofsky, etc.
Unos años después, en 1990, iniciamos la publicación de Poesía y poética con el auspicio de la Universidad Iberoamericana. Apareció durante una década. Allí también editamos una colección de 20 libros destinados a profundizar los temas abordados en la revista. Ensayos y poemas de Gertrude Stein, H.D., Creeley, Montale, Zanzotto, Westphalen, Eielson, Valéry, Galaxia concreta (una extensa recopilación sobre el concretismo brasileño), la prosa de Joao Cabral, el libro de Mandelstam sobre Dante, ensayos de Pavese, Saer, Edgar Bayley, poemas de Michaux, Ana Ajmátova, etc.
Con El poeta y su trabajo continuamos con la misma plataforma pero ahora independientemente de cualquier institución. Se inició en el año 2000. Se sostiene mediante suscripciones y algunas ventas en librerías locales. En los dos últimos dos años se contó con una beca estatal destinada a revistas independientes que finalizará en abril próximo. Un objetivo común reunió -como digo- las tres publicaciones: analizar lo que sucede en la poesía contemporánea y revisar las consecuencias de la vanguardia histórica en función de los problemas actuales de la poesía latinoamericana.
Desde el comienzo pusimos especial atención en la poesía y la poética de los norteamericanos porque para nosotros era la experiencia más radical y renovadora, que mejor había aprovechado, sin dogmatismos, aquello que las vanguardias europeas habían proclamado con insistencia para el lenguaje del arte, originando rupturas de ilimitadas consecuencias.
En México, no obstante la proximidad con los Estados Unidos, fue siempre escasa la atracción de aquella poesía. Se confunden todavía las diversas corrientes y propuestas, y a pesar de que hace años se publicó una excelente antología, realmente señera, realizada por Eliot Weinberger, se sigue soslayando la significación de Pound, Williams, Olson, Zukoksky y otros, equiparándola con la de poetas académicos y convencionales.
Pero en este empeño no nos limitamos a la poesía norteamericana. En Puebla, además de los libros de Williams y de Wallace Stevens, de ensayos y entrevistas, editamos una antología bilingüe de Paul Celan y un libro de Gastón Bachelard. También difundimos trabajos de poetas provenientes de Italia, Francia, Rusia, Brasil, Perú, Argentina. Extrañamente no hay entre los elegidos ningún escritor mexicano. Ésta fue, ciertamente, una carencia. Pero no los incluimos porque no encontramos entre ellos escritores que correspondieran a los criterios de innovación que sustentábamos. Además de otras diferencias. Por ejemplo, el que se relaciona con el uso de la lengua. Mientras algunos escritores mexicanos insistían en la necesidad de preservar la unidad de la lengua española, nosotros sostenemos la conveniencia de socavarla a fin de introducir en ella las inflexiones y matices del habla de cada región, tal como sucede en la mejor literatura de Latinoamérica y también en los Estados Unidos.
Creímos más útil, entonces, ofrecer lo que estaba sucediendo en la poesía de otras latitudes. Crear, de este modo, un espacio paralelo, ya que nuestro objetivo no era la confrontación ni la polémica sino la ampliación del espectro para que la experiencia contemporánea penetrara en el cuerpo de la literatura nacional. Quizá, por eso mismo, nuestras publicaciones siempre fueron marginales y pasaron casi inadvertidas a la corriente central y más reiterada de aquélla poesía. Fuimos algo así como un elemento extraño, no ignorado pero silenciado, salvo en el reconocimiento expreso de muy contados escritores.
Habría que agregar todavía, para ser ecuánimes, que esa situación no es exclusiva de México. Es semejante, aunque con características propias, a lo que sucede en muchas otras partes. La resistencia a las innovaciones es bastante universal, aunque también es universal el ánimo de promover los cambios.
Nunca nos preocupamos por redactar manifiestos o proclamas. Preferimos siempre un perfil menor. Revisamos consecuentemente lo que sucedía en la poesía contemporánea pero sin afiliarnos dogmáticamente a una poética excluyente. Mas no fuimos eclécticos. Los tiempos heroicos de la vanguardia histórica ya habían pasado pero sus consecuencias formaban parte del repertorio de ideas que debíamos estudiar. Junto al análisis de la obra de poetas incorporamos reproducciones y ensayos de pintores, escultores, músicos, cineastas y escritos sobre su propia expresión, como un medio de abrir la sensibilidad de los posibles lectores y actualizar sus preferencias. Una antigua tradición china dice que el poema es pintura invisible, o sonora, y la pintura es poema visible o sin palabras.
El lenguaje del arte actual tiene múltiples vertientes. Es complejo y diversificado. Por lo mismo es necesario estar atento y abierto para asimilar sus búsquedas. Evitar el sometimiento acrítico a tradiciones anquilosadas. El pasado puede ser útil si se le aborda con un espíritu intrépido y desafiante, de lo contrario sólo produce una expresión anémica y rutinaria.
Pensamos que con el tiempo nuestras propuestas pueden ser recibidas e incorporadas. Nunca tuvimos la pretensión de cambiar radicalmente la práctica de la poesía mexicana. Quisimos únicamente suministrar una información precisa, rigurosa y continuada, no consideramos nuestra marginalidad como una sanción. Las formas que adopta la poesía responden siempre a múltiples factores y su derrotero final es imprevisible. Tal vez el conocimiento minucioso y la práctica cotidiana, unidos a la exigencia de curiosidad, curiosidad, curiosidad, que recomendaba Pound, podrían quebrantar cualquier aislamiento localista. Sabemos igualmente que hay en este país un grupo de jóvenes que leen con amor poetas que antes desconocían, que traducen con verdadera idoneidad y que intentan escribir notas sobre su propia experiencia.
La protección estatal otorgada a los artistas de México es considerable. En muchos casos este respaldo representa una ayuda para aquellos que se inician, aunque no estoy seguro que esta tutela beneficie al arte y a los artistas. El estado siempre –o casi siempre- respalda aquello que le acarrea beneficios. Las innovaciones, por su índole misma, son minoritarias. El estado, entonces, no tiene interés en promoverlas. En México no se las excluye, pero éstas apenas cuentan en la totalidad de los respaldos. La protección estatal, con el tiempo, pensamos, lima las aristas, condiciona sutilmente las actitudes y actúa como filtro que sólo deja pasar lo que no contradice su persistente orientación conservadora. Premios, becas, etc. Al generalizarse, auspician conformismos y dependencia. La verdadera poesía es siempre crítica, sin necesidad de aludir siquiera a los conflictos sociales o políticos de su entorno. Lo es por el uso que hace del lenguaje, porque, como dice Jacques Roubaud “La poesía es homenaje y profanación de una lengua”, porque inventa constantemente formas, por el hallazgo de imágenes nuevas, sin cuya aportación la lengua de todos se vuelve anémica. Aún la poesía hermética suele revelar conflictos y repliegues hondos de una comunidad en un momento histórico.
El poema que surge de una circunstancia va más allá de ella. Es un objeto verbal único que recoge, directa o indirectamente, las vibraciones de la sensibilidad, la vigorosa energía de las emociones y amplía los recursos de la inteligencia. Su origen es predominantemente irracional y no obedece, en general, a una sola causa. A veces el poema requiere de una organización altamente elaborada, y otras, mediante tres o cuatro palabras, lúcidamente articuladas, como sucede en el haiku, puede producir en el lector un deslumbramiento permanente.
Nuestra elección fue ofrecer la mejor poesía del mundo, sin importar la geografía, la variedad de lenguas, ignorando obstinadamente las exclusiones y clausuras que imponen los nacionalismos. Ensanchar el área de la poesía, demostrar que las formas son históricas perecederas y que su renovación es esencial, cuestionando, además, los legados de cualquier herencia. Compartir al fin la belleza de El cantar de los cantares, del Cántico espiritual, de la poesía de Williams, de Vallejo o la de Celan, porque una de las virtudes de la poesía es atravesar incólume el tiempo y el espacio. La gran poesía china puede soportar diversas traducciones y seguir conmoviéndonos. Es imposible que el arte no arrastre, de alguna manera las “negras vegetaciones” de la historia, pero siempre va más allá para hablar a todos los hombres, con un lenguaje personal, íntimo, intenso, que habla igualmente a cada uno de nosotros.
Hugo Gola
Sibila. Revista de poesia e literatura, no. 6, mayo 2004.
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