Al aura amara, aunque amarga
brisa fuera: aclara la espesura, los picos
de los pájaros en las ramas enmudecen, callan
pares como si impares fuesen. ¿Por qué me esfuerzo
en hacer y decir? Por aquella que me hace confundir
el cielo con el suelo, y sin consuelo
temo morir si mis afanes no calma.
Tan clara fue mi primera luz al mirarla
que el corazón confió a los ojos su elección,
ahora no daría ni media nadería
a cambio de la prenda de otra.
Displicente se muestra ante mis ruegos,
pero sus amables palabras espero, aguardo,
imploro: vasallo soy de quien me enamoro.
Amor, ¡cuidado! ¿Soy bienvenido?
No me desprecies que diez pecados
podrían por mi boca ser revelados. Reconsidera,
amante soy valiente y no cambiante. Mi corazón
firme, fuerte, me hace encubrir verdades, pero mi cuerpo
ardiente tu beso necesita: único bálsamo de mis males
pues ni la nieve ha podido refrescar mi fiebre.
Si me ampara aquella a quien rindo tributo,
si a la hilera de mis ruegos atiende, claros
les serán mis pensamientos: que yo hubiera muerto
si no sufriera esta esperanza, que esta espera me cansa
y que le ruego que la abrevie, pues sólo en ella
hallo vida, hallo contento, desgana me produce el resto:
me es igual de vana otra alegría que una manzana.
Dulce cara, suma de toda virtud,
por ti, causa y cura de mi desmesura,
sufro burlas y deshonras, mas ninguna afrenta
logrará que te deje. Nunca he amado tanto
ni tan humildemente. Acierta la gente
si por loco me toma: te deseo más que a Dios
los santos de la abadía de Doma.
Prepara, pronto, canción y acompañamiento, para
regocijo del rey que habrá de escucharte. No miento
si digo que el pago aquí acordado allá es doblado
en dares y manjares. Parte: ve alegre y ve
su anillo si te lo muestra. No he pasado
un día lejos de Aragón sin sentir añoranza:
quisiera contigo ir pero Roma me reclama.
Hecha está la alianza: que el corazón contemple
cada noche a la dama, en cuyos dominios, yo, Arnaut,
sin rival, sirvo: mi intención no desea otra ama.
Arnaut Daniel
Parque Nandino, no. 3, Invierno 2003
Versión de Luis Felipe Fabre
lunes, febrero 14, 2005
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