lunes, febrero 21, 2005

Trata de no ser constructor de ruinas

Romper con una tradición implica la responsabilidad de asumir la creación de una alternativa, de una tradición otra, porque la tendencia retórica es recurrente y propia del lenguaje literario. Las vanguardias estético-históricas fueron posibles porque se trataba de cambiar el mundo. Si el mundo no cambia el repertorio de formas creadas para ese mundo distinto termina integrándose al repertorio amplio de formas de la tradición que, jubiloso, le hace un lugar. La radicalidad de la ruptura formal se convierte en un "modo de hacer", en uno de los modos posibles de hacer, que son muchos. Así, la actitud se vuelve técnica, es su manera de operar. Y cuando el arte se vuelve técnica, traducido su valor espiritual a la pura forma, estamos en el momento pragmático-performativo del arte, que es el momento actual, éste en donde lo verdaderamente importante es la competencia en la realización. Momento de "fabbros", no de creadores. A esta instancia llevó el vaciamiento del sentido profundo que sostenía al arte romántico, primitivo eco de las vanguardias. Poesía en primera instancia de actitud, de visión, luego de "arte", de técnica. También el arte de vanguardia obedece a este riguroso privilegio en las dos instancias: primero actitud, inmediatamente realización. Esto no niega que todo arte implique ver la forma en el contenido. La elección formal es ya una toma de partido ético y debe ser sostenida como si fuera una visión del mundo. Incluso, un poeta puede cambiar su visión de la poesía y, también, su visión del mundo. Mucho más difícil — a menos que ocurra una experiencia radical en su existencia— es que pueda cambiar el sentido de su expresión. En el sentido de la expresión del poeta habita su ética.


Eduardo Milán
Trata de no ser constructor de ruinas
Cuadernos de filodecaballos, 2003.

1 comentario:

me llamo tania dijo...

simplemente i8mpresionante...