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En aquella
aldea sin dueño
los trapos raídos puestos a secar sobre la valla
parecían sin dueño.
Y sobre ellos flotaban nubes también sin dueño,
y allá, en lo alto --publicidad sobre la infancia
de niños raquíticos y salvajes;
y música sobre la desnudez
de las mujeres escitas y de los hunos;
mientras aquí, en el lecho, al nivel de los ojos
cerca de las húmedas pestañas
alguien lloraba y moría,
mientras yo entendía
por última vez
que ella había sido mi madre.
Guennadi Aigui
Lugares en el fuego. Antología poética
Selección, traducción y prólogo: José Manuel Prieto
Aldus, 2002.
jueves, septiembre 09, 2010
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