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Mandelstam amaba apasionadamente la música, pero nunca hablaba de ello. Guardaba hacia la música una relación un tanto pudorosa, que escondía profundamente en él. A veces me visitaba tarde en la noche. Se ponía a dar vueltas por el cuarto, caminando más a prisa de lo normal, sonriendo y con el cabello despeinado, sin decir una sola palabra: por el brillo de sus ojos yo adivinaba que le estaba sucediendo algo "musical". A mis preguntas, inicialmente, no respondía pero al final reconocía que había estado en un concierto. Sin embargo, Mandelstam no se explayaba sobre el tema, más allá de este reconocimiento. Después, inesperadamente, aparecían sus versos, repletos de inspiración musical.
.....En la época de mi amistad con Mandelstam me acostumbré a que él musitara sus versos. Los componía mientras caminaba o mientras conversaba de otros temas, sin que una cosa interfiriera a la otra. "La Oda a Bethoven" la compuso durante mucho tiempo; en nuestras caminatas yo escuchaba cómo Mandelstam elegía cada línea y después cada estrofa, de una manera tal que cada verso se movía ya fuera hacia arriba, ya fuera hacia abajo, o hacia el medio, hasta que finalmente la "Oda" tomó su forma definitiva.
.....Siempre me pareció que para los poetas, incluso para los más genuinos, el contacto con la música viva y no con la imaginaria, era algo prescindible, y que su percepción de la música tenía ante todo un carácter metafísico, abstracto. Pero Mandelstam era una excepción: la música viva era para él una necesidad. El elemento de la música alimentaba su conciencia poética, así como el entusiasmo por el valor civil era lo que impregnaba su poesía.
Arhur Lurie
El Perro Vagabundo (Memorias de escritores rusos)
Varios autores
Selección y traducción del ruso: Jorge Bustamante García
Mandelstam amaba apasionadamente la música, pero nunca hablaba de ello. Guardaba hacia la música una relación un tanto pudorosa, que escondía profundamente en él. A veces me visitaba tarde en la noche. Se ponía a dar vueltas por el cuarto, caminando más a prisa de lo normal, sonriendo y con el cabello despeinado, sin decir una sola palabra: por el brillo de sus ojos yo adivinaba que le estaba sucediendo algo "musical". A mis preguntas, inicialmente, no respondía pero al final reconocía que había estado en un concierto. Sin embargo, Mandelstam no se explayaba sobre el tema, más allá de este reconocimiento. Después, inesperadamente, aparecían sus versos, repletos de inspiración musical.
.....En la época de mi amistad con Mandelstam me acostumbré a que él musitara sus versos. Los componía mientras caminaba o mientras conversaba de otros temas, sin que una cosa interfiriera a la otra. "La Oda a Bethoven" la compuso durante mucho tiempo; en nuestras caminatas yo escuchaba cómo Mandelstam elegía cada línea y después cada estrofa, de una manera tal que cada verso se movía ya fuera hacia arriba, ya fuera hacia abajo, o hacia el medio, hasta que finalmente la "Oda" tomó su forma definitiva.
.....Siempre me pareció que para los poetas, incluso para los más genuinos, el contacto con la música viva y no con la imaginaria, era algo prescindible, y que su percepción de la música tenía ante todo un carácter metafísico, abstracto. Pero Mandelstam era una excepción: la música viva era para él una necesidad. El elemento de la música alimentaba su conciencia poética, así como el entusiasmo por el valor civil era lo que impregnaba su poesía.
Arhur Lurie
El Perro Vagabundo (Memorias de escritores rusos)
Varios autores
Selección y traducción del ruso: Jorge Bustamante García
Filodecaballos, 2008.
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