viernes, febrero 28, 2014

Dos poemas de Daiana Henderson


Roedor

El niño sacó la dentadura postiza
y llenó de monedas
el vaso de agua, a la orilla
de la mesa de luz de su abuelo.
Estaban más doradas que
ninguna, como pulidas.
Miento. Yo no lo vi,
solamente me lo contaron
y estoy segura de que, además,
la anécdota es mentira.
Pero dejen que me quede
con la filmación mental
de las monedas expulsando
finos hilos de luz
que se atan a las puntas del sol.
No me quiten eso.




El arte de contener la respiración

Mi hermano desmayado en el fondo
de la pileta olímpica del club
es un recuerdo sordo.
El Colo lo descubre y sale,
cargándolo a la manera de Superman;
sólo que en vez de llegar la prensa
llega la ambulancia.
Mi mamá le sostiene la cabeza,
llora, de rodillas, ante la lástima
de las demás familias.
Tengo cinco años.
Veo la boca de mi madre
gesticular el nombre de mi hermano
pero no escucho nada.
Nos llevan a mí y a mi hermana
a la oficina del presidente
del club y nos dan seven up.
Mi hermano sobrevive y, habiendo
obtenido el título de campeón argentino,
deja de nadar.
Ya en casa, lo veo en la cucheta
tan débil que ni ganas me dan de pelearlo.
Con un tubo de papel higiénico y cartulina
le hago un globo aerostático.
Adentro del canasto estamos nosotros,
decimos algo.




Daiana Henderson
Un foquito en medio del campo
Editorial Municipal de Rosario, 2013.

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