martes, agosto 04, 2020

Cinco poemas de Jaime Luis Huenún


Purrún

Yo la miro
danza
canelo florecido lleva en sus manos
danza
sus pequeños pies llenos de tierra
danza
flores de ulmo y miel en su cabello
danza
ríe y danza
bebe su muday
Yo la miro
yo no danzo
y el polvo que levanta el baile
me oculta
ante sus ojos

Purrún: baile colectivo usado en el "nguillatún" y otros ceremoniales.





Envío a Anahí

Era madrugada y yo
cortaba flores para ti en mis libros de poesía.
Llovió largo sobre el mundo y en mi sueño
se abrieron los primeros rojos brotes de poroto.
Hacia el bosque volaron los güairaos,
y el tue-tue cantó tres veces
sólo para confundirme.
Amanecí después: mariposa era el cielo,
liebre era la tierra corriendo tras el sol.
Te vi luego zumbando en las celdillas de la miel,
haciendo olas en la blanca
placenta de tu madre.
La muerte es lo que escribe
el agua sobre el agua, me dije contemplando
el rocío de las hojas.
Lloré, entonces lloré,
sólo por el delirio de respirar tu aire.





Forrahue

...alzaban sus manos
ensangrentando al cielo...

(Diario El Progreso de Osorno,
21 de octubre de 1912)

No hablábamos chileno, mi paisano,
castellano que lo dicen.
Copihue sí, blanco y rojo,
flor de michay,
chilco nuevo.
No sabíamos de Virgen ni de Cristo, padrecito,
ni del Dios en las Alturas.
Jugábamos tirándonos estiércol de caballo en los
potreros;
robábamos panales a los ulmos y a los moscos,
y pinatras a los hualles de la pampa;
mirábamos desnudas bañarse a las hermanas
con manojos de quillay en el arroyo.
Malo era.
Sí.
Por eso vino envidia y litigio y carabina;
por eso se volvieron lobos los venados y los peces.
Malo era, paisanito, malo era.
Comíamos caliente el crudo corazón de un cordero
en el lepún;
rezábamos huilliche al ramo del laurel
junto a la machi;
matábamos con fuego al que mete huecuve
contra el cuerpo y el alma.
¡Brujo diablo, anda vete! decíamos escupiendo,
y el bosque más espeso
escondía a la lechuza.
Malo era, malo era.
No sabía vivir el natural antes amigo, no
sabía.
Las mujeres se preñaban en lo oscuro y en lo claro,
y los hijos se criaban a la buena
de los bosques y los ríos.
Así era, mamita, así fue:
las estrellas dejaron de alumbrarnos
la sangre de repente,
y tuvimos que ocultarnos como zorros
en montañas y barrancos.





Campamento Pampa Schilling

Aquí, henos aquí,
ya viudos de nuestros dioses,
viudos del sol, del agua
y de la luna llena.
                        Adentro,
frente al brasero,
quemamos lengua y memoria.
                                                   Afuera
florece el ulmo, la lluvia moja al laurel
que brilla en mitad del monte.
¿Para quién brilla el laurel?
¿Para quién moja sus ramas?
De lejos se escucha el mar,
y el graznido del güairao.
Dormimos, viudos del sueño,
soñamos cosas que arden:
cometas entre las rocas,
aguas donde quema el oro.
¡Es arte de brujos! grito
¡Escupan esas visiones!
                                         Nadie
me responde, nadie. Solo
estoy ante la noche.
Afuera brilla el laurel
a relámpagos y a sangre.

El monte es una neblina,
y el agua del mar se arde.





Víctor Llanquilef empuja el bote ebrio al río de las canoas

Un coipo nada en el sol
y tú te recoges en el agua, silencioso.
Son tus orillas el berro y el junco,
y la ancha sombra de los sauces
el destino de tu sombra bajo el agua.
Un pez alza la luz sobre el remanso.
El destello es tu espíritu
que se hunde en lo profundo
                                               nuevamente.





Jaime Luis Huenún
Ceremonias
Editorial Universidad de Santiago, 1999.

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