A la manera de las pinturas de castas
de Juan Rodríguez Juárez, c. 1715
1. De español y de india produce mestizo
El lienzo es un cielo plomizo
tras ellos, cargado
con palabras, con letras doradas que inscriben
la ecuación de la sangre
esto más esto es igual a esto, como si fuera
un contrato con la naturaleza, o
un rótulo de un museo,
etnográfico, preciso. Observa
cómo la mano del padre, debajo
de su corona de encaje,
acaricia la cabeza de su hija;
ella es casi tan blanca
como él, calidad. Mira
en el broche de su cuello,
cómo la puntilla enmarca su rostro.
Es una niña, sostenida
sobre el hombro izquierdo del sirviente,
atada a él
por una cincha, por un pañuelo azul sencillo
anudado a su garganta.
Si el padre, con la mano
en su cráneo, adivina,
como lo hace el fisonomista,
los misterios
de su naturaleza, prolijos,
legibles en su carne clara,
en el suave rizo de su pelo;
no podemos saberlo: es tan dulce
la forma en que la contempla.
La madre, mirándolo
de soslayo,
con un pañuelo en la cabeza
blanco como la cara del hombre,
con su peluca empolvada, hace un gesto
con una mano, la forma
de la letra C. Mira,
parece decir,
lo que hemos hecho.
El sirviente, que todavía es un niño, estira
el cuello, vuelve su cara
hacia todos ellos. Él es oscuro
como la historia, es el origen de la palabra
nativo: el peso de la sangre,
una dueña pálida sobre su espalda.
2. De español y negra produce mulato
Sin embargo, los siglos no han apagado
la aspereza de la expresión del niño.
Si hay alguna luz dentro de él, no resplandece
en la pintura que sostiene su cara
de perfil --con la frente redonda, los ojos
casi cerrados bajo una ceja poblada--.
Aunque dentro, el padre del chico permanece de pie
con su abrigo y su sombrero. Como si acabara de llegar,
o se estuviera marchando. Lo vemos
ausente, liándose un cigarrillo, miope,
sus párpados trazados frente al niño
pasan delante de él. En la cocina,
la madre del niño se retuerce, vigilante,
con el cuello girado sobre su espina dorsal, rojos abalorios
unidos a su garganta como un collar de sangre,
su cara es tan negra que casi desaparece
en el lienzo, en la pared oscura en la que
contemplamos las palabras que los nombran.
¿Cómo podemos interpretar todo esto?
Cambiar las palabras que hay sobre sus cabezas,
poner algo más en lugar del niño,
una mesa, quizás, sobre la que el hombre pueda dejar
el sombrero, o un perro al que honrar con
la bendición de su tacto, y la historia
cambia. El niño es un palimpsesto de la pintura,
capas de color, la historia lo representa
con el más perfecto matiz intermedio.
Antes de esto él no era nada: un lienzo
en blanco, antes que la imagen o la palabra, antes
de que la última pincelada lo fijara para siempre en su lugar.
3. De español y mestiza produce castiza
¿Cómo no ver
en este gesto
la mentalidad
de la colonia?
En los brazos de la madre,
la niña, colgada
de sus entrañas
la oscura cuna
de la sangre mezclada
(llamémosla México)
se vuelve hacia el padre,
alcanzándole
como de regreso a España,
a la promesa de la alquimia
de la sangre, tres simples pasos
hacia la pureza:
de un español y un indio,
un mestizo;
de un mestizo y un español,
un castizo;
de un castizo y un español,
un español.
La vemos aquí,
una generación después,
casi resbalándose
del cuidadoso abrazo de su madre.
4. El libro de castas
Llamémoslo el catálogo
de sangres mixtas, o
el libro de nada:
ni español, ni blanco, sino
mulato torna-atrás (o
tente en el aire) y
la morisca, el lobo, el chino,
zambo, albino y
el no-te-entiendo, el
"I don't understand you".
La guía de la colonia,
el registro de cada nacimiento cruzado,
es la tipología de la mancha,
de la pintura, la tacha, la mota mancillada:
lo que puede ser purificado,
y lo que no, el negro destino
de Canaán. Parece
un chiste verde: ¿cómo llamas
a ese espacio entre
las oscuras geografías del sexo?
Llamémoslo la mancha: como en
No es ni lo uno ni lo otro,
ilícito y todavía hoy nombrando
lo que hay en medio. Entre
sus padres, la niña,
la mulata torna-atrás,
no puede escapar de su abrazo,
del tríptico que hace sus cuerpos
en la pintura, en la sangre: su nombre
está escrito en el Libro
de castas --todos sus iguales están como ella
cautivos de una palabra--.
Natasha Trethewey
Versión en español: Nieves García Prados
Tomado de Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018)
Selección, prólogo y mayor parte de las traducciones: Luis Alberto Ambroggio
Vaso Roto, 2019.
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