domingo, junio 28, 2020

Cinco poemas de Beatriz Vignoli


El pino

Apagué los motores
y anduve a la deriva
¿cuántos años anduve
a la deriva, el motor apagado, ni
impulso ni gobierno, sin dirección?

Me recuerdo leyendo neones
a la vera de avenidas
desiertas. ¿Cómo pudo
nevarme encima todo este cansancio?
¿Cómo pudo acumularse, quedar ahí toda la vida?

Sacudo la cabeza como un pino. La nieve
no se va.





Escrito en la mesa de luz de un hotel * * * *

Por vergüenza de ser
pobre, me pasé media vida
escondiéndome
de mis amigos, no fuese que
murmuraran;
ahora ellos están
muriéndose
de todas esas enfermedades nuevas,
raras,
ahora sí
los abrazo, pero ya no irradian
calor, sus caras están grises
—quiero decir, de un gris
oscuro— y ya no queda nada
de todo lo felices y geniales
que íbamos a ser.





Función de la lírica

Mi padre agonizaba
en un sanatorio con TV por cable.
Puse el canal de ópera
para amortiguar sus alaridos constantes.
Justo cuando Rigoletto abraza el cadáver
de su hija, debí tenerlo al viejo
para que no se cayera de la cama:
la doble simetría de la escena
me la volvió soportable.





Solocalm

Al fin la luz del sol
se ha librado de ti
y da en una pared
y eso es el mundo.

Al fin el tiempo acá
se ha venido a vivir
y no hay gloria en los días
sólo calma

donde las cosas ya no sueñan con ser arte
donde las cubeteras no aguardan una cámara
y el tango del champagne
fluye de cumpleaños sencillito
y no hay infinitos libros, solamente este
y libre de vanidad la ceniza de los años
ya flota sin odiarte;

ya nadie calca nada del televisor,
para qué.





La caída

Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.





Beatriz Vignoli
Viernes
Bajo la Luna Nueva, 2001.

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