lunes, junio 16, 2025

Siete poetas rusos del siglo XX

Vivo a la antigua, leo a Aksákov,
pintarrajeo los cuadritos
concreto-abstractos,
quiero olvidar
lo que pasa en el mundo,
me estoy enseñando
de nada tener esperanza.

Pero en el mundo se instaló el invierno,
y en las casas prendieron
de varios colores las ventanas,
y los faroles en las esquinas
son tan afelpados,
que mirarlos da cosquillas.

(Ian Satunovski. 1913-1982)





Despedida

Ni de una imagen vieja, tampoco en un sueño
-Estas fantasías no son para nosotros-,
Surgirás desde la memoria como una flor,
Que atraviesa una capa de nieve helada.
Al bajar la mirada, me dirás:
"Detrás del camino, las ciudades.
Toda la vida he caminado a tu lado,
Sólo que has sido ciego a veces.
Soy como siempre fui,
Pero no seré igual en lo futuro,
Resplandezco semejante a una estrella fugaz
Antes de consumirse por completo".

(Vadim Shéfner. 1914-2002)





Al fin he penetrado la palabra,
En su esencia, su carne y espíritu,
Al fin me siento preparada
Para pronunciarla en voz alta.

No obstante, los años insidiosos
También conmigo se salieron con la suya:
Entre más nos adentramos en la esencia de la Naturaleza,
Tanto más terrible nos resulta expresarla.

(Inna Lisniánskaia. 1928-2014)





El burrito en la avenida Nevski

Un burrito pelirrojo de la familia del circo
justo en la Nevski, en medio del tráfico,
jala un furgón. En el furgón, un agujero:
"La Taquilla". Entradas para todas las funciones.
Ese burrito es modesto hasta la risa.
Incluso con los niños es indiferente.
La ciudad, ¡estrépito inmenso!
En el centro, el burrito. Orejas como bolsas.

Burrito modesto...
Ligeramente triste.
Sirve, igual que yo,
al arte.

(Gleb Gorbovski. 1931-2019)




Hooligans sordomudos

Dos hooligans sordomudos
tres hooligans sordomudos
cuatro hooligans sordomudos
¿es suficiente?
se pueden tener más.

Cinco hooligans sordomudos
seis hooligans sordomudos
siete hooligans sordomudos
Siete robustos
hooligans sordomudos
-son una multitud-.
Se comportan indecorosamente de manera modesta:
no dicen palabrotas,
no molestan a las jóvenes,
tampoco espantan a las viejitas
-sólo están en el puente
y esperan algo,
pero no se debe estar en el puente-.
El policía pita,
pero ellos no lo escuchan,
porque son sordomudos,
y resulta un escándalo.

Siete del todo sordos
y mudos sin remedio hooligans
esperan en el puente
algún milagro.
Pero si les parece
que son
demasiados,
se pueden dejar sólo seis
o cinco,
se puede reducirlos a cuatro
e incluso tres.

Dejaremos en el puente
a dos hooligans sordomudos,
a uno solo le será aburrido
esperar un milagro.

(Guennadi Alekséev. 1932-1987)




Te agradezco por la nieve,
por el Sol en la nieve Tuya,
porque durante el tiempo que me ha sido concedido
puedo darte las gracias.

Ante mí, no es un arbusto, un templo,
el templo del ARBUSTO TUYO EN LA NIEVE,
y en él, cayéndome a Tus pies,
más feliz no puedo sentirme.

(Leonid Aronzón. 1939-1970)





encontré a dos pequeños gemelos
y aunque eran absolutamente idénticos
me miró
sólo uno

(Iván Ajmétiev. 1950)





Poetas rusos. El movimiento ligero de las sombras
Selección y traducción: Ludmila Biriukova
Universidad Autónoma de Nuevo León/La Otra, 2025.

sábado, junio 07, 2025

Dos fragmentos de una entrevista a David Le Breton


El estatus del rostro está relacionado con el estatus del individuo en el seno del entramado social. El Renacimiento nos brinda los primeros retratos en los albores del nacimiento del individuo. En el hiperindividualismo de hoy, el rostro aparece en todas partes como el signo más eminente del individuo, de forma más marcada en las redes sociales. Esas innumerables selfis, casi siempre de nuestros adolescentes intentando captar su mejor perfil, sin preocupaciones de protocolo, muchas veces en el autoescarnio, buscan dar pruebas de existencia y presencia en las redes sociales. Esas selfis también ayudan al adolescente a captar algo de un cuerpo, de su propio cuerpo, que cambia sin cesar. En efecto, se trata de verse, de retener sobre su rostro los rasgos de sí mismo que se escapan e imponen la necesidad de volver de nuevo al aparato. La coexistencia narcisista con uno mismo ya no suscita la antigua reprobación, sino que otorga más bien un certificado de buen ciudadano, la garantía de ser un individuo preocupado por sí mismo, aunque esté sujeto al desmembramiento infinito del entramado social.



[...]



El cuerpo devino en algo pasivo, en un objeto centrado en sí mismo, en algo que se lleva a sí mismo de una actividad a otra, pero que se moviliza al mínimo gracias a los recursos de innumerables procedimientos tecnológicos que reemplazan las actividades físicas; un cuerpo que va por bandas eléctricas, escaleras eléctricas, en auto o, más recientemente, en bicicletas y monopatines eléctricos. Transportamos nuestro cuerpo, no es él quien nos transporta a nosotros. En semejante contexto, comprendemos mejor esta aspiración a desechar un cuerpo agotador y estorboso. Para la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos, el esfuerzo físico ya no es un pasatiempo. Pero caminar se vuelve una oposición radical a esta tendencia a la inmovilidad y a la subordinación a las tecnologías, el caminar es una celebración del cuerpo, de los sentidos, de los afectos. Una puesta en marcha de la persona completa, una presencia activa en el mundo. El acto de caminar nos vuelve a poner en contacto con el cuerpo. Supone también una ruptura con las exigencias de rentabilidad, de eficacia, de rivalidad. Caminamos a cuatro o cinco kilómetros por hora, mientras que un avión atraviesa el Atlántico en unas diez horas. Un día de caminata no es sino una media hora en automóvil. Caminar reivindica la lentitud, un ritmo propio que ninguna autoridad externa puede dictar, en el rechazo de las tecnologías que hacen ganar tiempo y perder vida.



David Le Breton
De cuerpo entero. Una entrevista con Francois L'Yvonnet
Traducción: Xitlalitl Rodríguez Mendoza
La Cifra, 2023

miércoles, mayo 28, 2025

Cuatro poemas de Augusto Sonrics


Detrás del crush hay otro crush
que también disloca ilusiones
y rompe relojes bajo el sol
para hacerle ojitos a tus traumas.

Su piel también está marcada
por los suaves filos de los sueños.
Y en su boca hay un cementerio
que suena a discoteca.

Hay que hacer una narrativa
con las piezas que sobraron
la última vez que compartimos algo
en redes sociales.





¿Cómo le digo al algoritmo
que no me muestre tus historias
a menos que las subas pensando en mí?
Me derrito como hielo afuera de una hielera
en un lugar donde llega a 40 grados
y no hay calentamiento global.
Si dios no hubiera querido que me crushara,
no te hubiera puesto en mi camino.
Ni modo de no seguirle el rollo.
Eres poesía literalmente pero todos también.
Aun así me divierto escribiéndote poemas,
como un adolescente que mira flores en su teléfono.
Soy ese encendedor que te llevaste sin querer
y no piensas regresar. No pasa nada.
Puedo encender una fogata con mi corazón:
pronto habrá luna llena.





De cuando caminaba a lecturas de poesía
con la cabeza llena de máquinas descompuestas
y sobre mis ojos aterrizaban ovnis
abduciendo mis ganas de besar a la vida.
En mi mochila un jarabe
y folletos para engrandecer el universo.
Poseído por submarinos que implosionan
como noches ante el peso de la memoria.
Una oda a las personas que dejaron de seguirme
y a las tortas de tamal afuera del metro.
Inhalábamos versos, no líneas
y sus ecos corrompían nuestros sentimientos,
como un televisor descompuesto
en la década de los noventa
cuando las nubes se nos presentaban
como malvaviscos envenenados
y mi corazón era una bola de disco
en una discoteca embrujada.
Mis amigos bailando con los ojos en blanco
a punto de ser atropellados
por un tren cuya estación no pudimos demoler.
Nuestros restos en el fondo del mar
resguardados por pandillas de pulpos
dispuestos a acuchillar la esperanza.





Veo cómo te sumerges en una tina de four loko
y se antoja
rodearme de auroras boreales
cambiar de lugar con mi sombra,
quemar un invernadero y mover las antenas,
espantar los visuales
que traen la música al templo.
Hay flores subliminales en tus ojos.
Las luces cambian de color sin razón.
Nieva en mi interior y he aprendido
a no salir de mi cuerpo sin pagar la renta.
Ahorro para aburrirme dignamente.
Hay brillos que se quedaron en mi visión
y combinan con tus tatuajes.
La luna llena se detiene,
la noche se desplaza.
Eres un imán de naufragios.
No quiero volver a casa.





Augusto Sonrics
Mentiras de poetas
Juan Malasuerte, 2025

miércoles, mayo 07, 2025

Dos poemas de José Carlos Yrigoyen

Isa Brunke

La vida funcionaba, aunque no sabíamos cómo.
Sólo en la casa de Isa podíamos huir de la profunda presión
de la realidad, del discutible sentido cromático de los años
ochenta, semejante a una secuencia de diapositivas oscuras
donde apenas si adivinábamos el rostro de nuestros parientes
que miran a la cámara como si estuvieran frente a un eclipse
sagrado. Sólo en la casa de Isa podíamos evadirnos juntos
cuando las noticias del día atravesaban las paredes, cuando
la cabeza de la primavera asomaba dando voces, portando,
maliciosa, los tres cuernos de la fiebre. Sólo en la casa de Isa
el viento llegaba a pedirnos consejo como un hijo rechazado
por el ejército, sólo ahí la muerte era un detalle arbitrario,
una intersección accesoria entre el animismo y la vivencia.
Como el mar, a la casa de Isa debías entrar de ciertas maneras;
de lo contrario, podía tragarte igual que una tumba humeante.
¿Qué más esperar de una chica de catorce años, coleccionista
de cráneos de roedores y lagartos, de esqueletos de pirañas
que solicitaba por correo, recortando los cupones de siniestras
revistas que nunca más volví a hallar en ninguna otra parte?
En esa casa todo sucedía como dentro de un platillo volante:
las salas y los cuartos se iluminaban y zumbaban de pronto.
Pero Isa permaneció entre los humanos por algún tiempo más.
Murió a mano propia en Múnich antes de cumplir los treinta.





8

Mi hija corre hacia la estación como un pájaro despeinado que se aleja
               las autoridades de mi alma confiscan este cuaderno de apuntes
un grupo de jóvenes se aglomera en las inmediaciones
                                                            del Ponte Vecchio
muchachas demasiado hermosos para ser tomados en serio
                      entre ellos merodeo voraz como un virus amazónico
cómplice como los caballos de los desertores
             tanta belleza corresponde a la vida breve de estas lánguidas
flores estivales
                              las existencias extensas son más bien propias
de detestables hacendados y predicadores
                           y de los ritos de cazadores y labriegos
mi hija y yo viajamos en tren toda la noche
              atravesamos pequeñas cuidades camino a Liubliana
                                       que este poema ha silenciado
después Austria fue un montón de luces dispersas en una oscuridad
malsana
Cuando a mitad del viaje nos permitieron cenar por media hora
me retiré hacia un vestigio solitario
              y dispuse lo que me quedaba de hierba en un cáliz
                                           y lo encendí
y durante algunos minutos pude envolverme en las amadas brumas
me distraje con las imágenes que nacen al entrecerrar los ojos
             mi yo lírico me sorprendió ensimismado mirando el río
                    donde flotan los desperdicios que produjo un concierto
celebrado no muy lejos de aquí, en el terreno
que alguna vez perteneció a un autocine convertido en cáusticas ruinas
                            mi yo lírico entonces me injuria y me desafía
               ya que estamos afuera podemos resolverlo como hombres
                                                         pero el frío nos detiene
pero esta convicción me paraliza:
              nunca ofendas a quien tiene una imagen entre manos
nunca perturbes a quien lleva una imagen oculta en su chaqueta
              me reúno con mi hija
              en la atestada cafetería de la terminal de autobuses
                            en este juego siempre se pierde, le digo
no hay forma de reconocer las intenciones de este texto
                                            carece de narrativa o prescripción





José Carlos Yrigoyen
Libro de Zoe
Personaje Secundario, 2024

lunes, abril 28, 2025

Tres poemas de Forrest Gander

Llamado

Momento en el cual mis gemidos rebotaron fuera del lenguaje.

Como un enjambre de abejas que va a la deriva.

Momento en el cual en el tétrico silencio que siguió

las abejas me rodearon y perdí el conocimiento.

Momento en el cual tampoco había escapatoria para mí.

Momento en el cual continué en un semi-coma, soñando que había despertado,

vomitando y evitando a los amigos, extrayendo aguijones de mi rostro y mis brazos.

Momento en el cual la voz de ella se incrustó en un telón de colores vaporosos.

Momento en el cual el plumaje de la grulla estalló.

Momento en el cual, al despertar, intuí que pagaría la tarifa total del banderazo.

Momento en el cual el taxista se dio vuelta y dijo no hace falta que sea

tu culpa para que eso te destroce.

Momento en el cual sin titubeo ni preludio,

comenzó a tocar una flauta de hueso de buitre.

Momento en el cual envejecí y fue como volver a destripar la colmena con mis manos.

Momento en el cual concebí un reino más real que la vida.

Momento en el cual había al menos alguna posibilidad.

Alguna posibilidad, en la que no creí, de volver a estar con ella.





Diles que no (fragmentos)

Pero ocurre que es en el vislumbre donde está
a veces la esencia de la cosa.

Clarice Lispector

¿Te has desviado demasiado
del camino? Como cuando
la oruga que acarrea
las larvas de
avispa se convierte
en larvas de avispa
pelando
el cadáver
de la oruga.



A un paso
de una metáfora
puntual:
un puro se deshace
en el retrete de
la estación de trenes.



Quiere decir lo mismo
que se siente que
dice.


Llega un punto en que el cambio
deriva en un retroceso
que la mente lee
como fracaso. El cultivo
de un tufo repugnante. Así
que busco tu rostro
con la aspereza de una lija
como si fuera
un borde resonante.



Cuando la exigencia
es un cambio
tan crucial
que sólo
otra personalidad
puede
consumarlo.



¿Como qué
tan temprano?
ella preguntó.



Llevo
la rata del
sufrimiento entre
los dientes, para que
todos la vean. A. Ver.
Atrévanse. A. Quitar.
Me. La.





Ruth (fragmentos)

Cinco estados al norte, se
pregunta qué
provoca el
silbido
que oye detrás
de la voz
de su madre: está
echada en el
piso, en una mano
el teléfono
y con la otra
debe estar
rascando
al perro tumoroso
que rasguña
la alfombra
con su pata
sin control.



el estuche en el buró
los lentes atados a un cordón de los Pieles Rojas

el estuche de lentes color verde
contiene un aparato auditivo

salvo su batería que está en el buró
los lentes atados a un cordón de los Pieles Rojas

en el pasto verde
bajo uno de muchos comederos para aves

en el patio atestado de pájaros
mudos y borrosos



La ocasional risa sofocada y muculenta
o el ahogo y el continuo
bip del electrocardiograma.



La voluntad,
firme como un pico,
de ser una buena persona,
¿qué fue
de ella? ¿Cómo
puede ser verdad
que debo
irme
ahora? Ha olvidado
mi nombre, pero ¿la
circunstancia de mi
arribo exige
más? ¿Quién es mi
madre ahora que nadie
me reclama?





Forrest Gander
Estar con
Traducción: Ricardo Cázares
Mangos de Hacha, 2019

lunes, abril 14, 2025

Cinco poemas de Mikeas Sánchez

Deposito tres granos de maíz sobre la tierra
Kujkiki
camino en dirección al sol
y pido clemencia por mis ofensas
a los otros habitantes de la tierra
Kujkiki
Hubo días en que blasfemé contra la lluvia
que la ira de Tujbät no caiga el día de mi entierro
Kujkiki
Muchas veces cacé jabalíes sin anuencia
que el dueño del monte olvide mi desvergüenza
y mi cuerpo no pague en el inframundo
Kujkiki
Cierto es que maldije a mis enemigos
y pedí su desventura
que el Gran tribunal no me persiga nunca jamás





Soy el sembrador
protector de esta tierra
la flor del maíz
Observo con mis ojos antiguos
elijo con el corazón cada semilla
no es en balde mi conocimiento del mundo
Converso con el dueño del cerro
riño con las plantas malignas
Soy el provocador de los seres invisibles
mi voz se escucha hasta los confines de las montañas
porque nadie podrá negar mi paso por el universo





Bienvenido el nuevo danzante
ya le fue revelado el secreto
ya tuvo el regalo de las flores
fue visitado su sueño
fue ungido su nahual corazón de cigarra
Ahora estará en todas las fiestas
le fue mostrada la palabra
le ha dado poder el Señor del viento
le ha dado licencia el Señor del fuego
bienvenido el nuevo danzante





Sentado bajo la ceiba más colosal
árbol protector de voces antiguas
el sembrador apaga su silencio
Ahí Dios susurra a su oído
esa palabra invocada
lenguaje secreto de los peces
las plantas
y los animales pequeños
Sentado bajo la ceiba más colosal
Dios es una nube en forma de flor
contemplando el atardecer
con los ojos vendados





Este es el día sagrado del pitero
hoy conocerá la memoria de su sangre
hoy caminará lado a lado con su nahual venado
Y dejará a su padre y a su madre
y a su esposa y a sus hijos
para enlazarse con la eufonía del viento
Ahora ya no será llamado hijo
ni esposo ni padre
sino Pitero
conocedor del lenguaje del tucán
medidor del tiempo
el que tiene la llave para caminar en los sueños





Mikeas Sánchez
Mojk´jäyä-mokaya
Pluralia, 2013

viernes, marzo 21, 2025

Dos poemas de Mirko Lauer

Instrucciones


Cuando el poema se vuelve impertinente,
Borrarlo con la manga. Luego leer la mancha
Como el fondo de una taza de café.
Un vaticinio antes que una conclusión,
Es decir, mejor no sacar cuentas.
Los poemas fuera de control
Buscan la fuerza de una perfección
Rara vez es posible,
Y nos arrancan trozos cada vez más grandes.
¿Darle manotazos a eso desde el inconsciente?
Nada puede detener una real inspiración
Que cruza la memoria sin reparos
Destruyéndolo todo.

Uno vive gracias
A poemas detenidos a tiempo,
Inmóviles como suicidas en duda,
Si siguen asustando hay que retirarles
Unas cuantas palabras decisivas.
Todo menos darles de comer
Las frías lonjas de algún dolor secreto.

Hay algunas noches excepcionales
En que escribo poemas que me insultan.
Igual son borrados con la manga,
Pero un ataque no es una impertinencia.
El poema está en guerra,
Sus hábiles garras se transportan
En afilados silencios hacia mi alma.
Hay el peligro de poetizar el descuido:
Se termina publicando cicatrices
O poemas uniformados de pies a cabeza.





Iris nocturno

Cuando Hipólito Unanue levantó la vista esa navidad
Y se vio observado por un ojo desde el oscuro cielo,
Comprendió que sería indispensable informar
Sobre "un iris nocturno en Cañete"
En el Mercurio peruano del enero siguiente.
En ese mismo impulso empiezan a confluir
A lo largo de los decenios científicos o bobos,
El asteroide #7, luego un posible ovni,
Una esquiva aparición religiosa,
O un cuerpo griego en picada pronto un cadáver,
Como en el híbrido momento Breughel-Auden,
Y su bólido perfumado por la sorpresa.

Ese año del verano solo tuvimos
La claridad de la bóveda en diciembre,
Sobre la columnata de la mansión de Arona.
         Era moderno
Notar cosas nunca vistas en las alturas,
Aunque no todas se entendieran del todo.
Aquel caluroso 25 hubiera caído muy bien
El ojo de vidrio de Baltasar.

Hoy en la aridez de Chilca,
Un arenal con higueras, a minutos de Cañete,
Ya falta espacio para el aterrizaje
De objetos voladores no identificados,
Y el cielo hierve de satélites chatarra.
El ensayo del sabio Unanue sobre el iris
Efectivamente apareció,
Pero no entró en detalles.





Mirko Lauer
Chifa de Lambayeque
Personaje Secundario, 2024

viernes, febrero 21, 2025

Tres fragmentos de un poema de Lucrecio

Locuras de amor

Mas no se priva de los frutos de Venus el que evita el amor, antes elige los placeres que están libres de pena. Pues no hay duda que el goce es más puro para el sano que para el aquejado de pasión. En el momento mismo de la posesión el ardor de los amantes fluctúa incierto y sin rumbo, dudando si gozar primero con las manos o los ojos. Apretujan el objeto de su deseo, infligen dolor a su cuerpo, a veces imprimen los dientes contra los labios amados y los lastiman a fuerza de besos; porque no es puro su placer y un secreto aguijón les instiga a hacer sufrir aquello mismo, sea lo que fuere, de donde surgen estos gérmenes de furor.  Pero en el acto amoroso, Venus suspende suavemente el tormento, y la blandura del goce que con él se mezcla refrena los mordiscos. Pues hay la esperanza de que el cuerpo que encendió el fuego de la pasión sea también capaz de extinguir su llama. Pero la Naturaleza protesta, objetando que ocurre todo lo contrario; y éste es el solo caso en que, cuanto más tenemos, más se enciende el corazón en deseo furioso. Pues comida y bebida son absorbidos dentro del cuerpo, y como pueden ocupar en él lugares fijos, se hace fácil saciar el deseo de agua y pan. Pero de la cara de un hombre y una bella tez nada penetra en nosotros que podamos gozar, fuera de tenues imágenes, que la mísera esperanza trata a menudo de arrebatar del aire.

Como un sediento que, en sueños, anhela beber y no encuentra agua para apagar el ardor de su cuerpo; corre tras los simulacros de fuentes y en vano se afana y sufre sed en mitad del turbulento río en el que intenta beber; así en el amor Venus engaña con imágenes a los amantes; ni sus manos pueden arrancar nada de los tiernos miembros, que recorren inciertos en errabundas caricias. Finalmente, cuando, enlazados los miembros, gozan de la flor de la edad y el cuerpo presiente el placer que se acerca y Venus se aplica a sembrar el campo de la mujer, entonces se aprietan con avidez, unen las bocas, el uno respira el aliento del otro, los dientes contra sus labios; todo en vano, pues nada pueden arrancar de allí, ni penetrar en el cuerpo y fundirlo con el suyo; pues esto dirías que pretenden hacer, y que tal es su porfía. Con tal pasióm están presos en los lazos de Venus, mientras se disuelven sus miembros por la violencia del goce.

Por fin, cuando el deseo concentrado en los nervios ha encontrado salida, hácese una breve pausa en su violenta pasión. Vuelve luego la misma locura y el mismo frenesí, y porfían en conseguir el objeto de sus ansias, sin poder descubrir artificio que venza su mal; así, en profundo desconcierto, sucumben a su llaga secreta.





Por qué no se desborda el mar

En primer lugar, la gente se admira de que la Naturaleza no deje crecer el mar, siendo tal la afluencia de aguas y yendo los ríos a desembocar en él desde todas las partes. Añade a eso las lluvias errantes y las rápidas tormentas que salpican y riegan todos los mares y tierras; añade sus fuentes propias. Sin embargo, comparados a la masa del mar, el conjunto de tales aportaciones apenas si equivale a una gota de agua; no es, pues, tan extraño que el mar, siendo tan grande, no crezca.

Por otra parte, el sol, con su calor, le sustrae una gran parte de agua. Vemos, en efecto, que sus rayos ardientes secan las ropas impregnadas de humedad. Y vemos también que hay muchos mares extendidos bajo el sol; por tanto, aunque éste sólo libe una partícula de agua en cada punto del mar, en una tamaña extensión, será mucho lo que sacará de las olas.

Después, también los vientos que barren el mar pueden llevarse una gran cantidad de su líquido, pues vemos a menudo que en una noche los vientos secan los caminos y endurecen en costras el blando barro.

He enseñado, además, que las nubes se llevan una gran cantidad de agua, tomada a las vastas llanuras del mar, que esparcen luego por todo el orbe de las tierras, cuando llueve en las tierras y los vientos empujan las nubes.

En fin, puesto que la tierra es de cuerpo poroso y está en contacto con el mar, al que ciñe por todos los lados, del mismo modo que las aguas terrestres afluyen al mar, deben también fluir hacia las tierras desde la extensión salada, pues se filtran y dejan su amargor; después la masa líquida, volviendo sobre sus pasos, confluye toda hacia las fuentes de los ríos, y de allí se derrama por el suelo en dulce fluir y las olas descienden por el camino que una vez se abrieron con su límpido curso.





El fin del mundo

Mas, para no seguir demorándote con promesas, considera, en primer lugar, los mares, las tierras y el cielo; son tres materias, tres cuerpos, Memmio, tres formas completamente distintas y tres texturas; pues bien, un solo día las hará perecer, y esta mole y fábrica del mundo se derrumbará después de estar en pie tantos años. Y no se me oculta cuán nueva y sorprendente es la idea de que hayan de perecer la tierra y el cielo, y cuán difícil me será convencerte con mis palabras; como sucede siempre que haces oír a los hombres cosas hasta entonces no oídas, sin que puedas exponerlas ante los ojos ni situarlas al alcance de la mano; pues ésta es la vía más recta y segura para llevar la confianza hasta el corazón de los hombres y los recintos de su mente. Hablaré, sin embargo. Quizá la realidad misma dará fe de mis dichos, y tú mismo verás cómo espantosos terremotos hacen en un momento caer el mundo en ruinas; lo cual desvíe lejos de nosotros la fortuna que todo lo rige, y sea la razón, y no los hechos, lo que te convenza de que el universo puede derrumbarse, vencido, con horrísono fragor.





Lucrecio
De rerum natura. De la naturaleza
Traducción: Eduard Valentí Fiol
Acantilado, 2012

martes, enero 28, 2025

Cinco poemas de Mercedes Roffé

A veces

Se dice cuando
no siempre se puede algo
un hábito o costumbre
no muy frecuente
no de todos los días
–tampoco nunca
Se dice cuando de vez en cuando algo
como sentirse triste o solo o feliz o hermosa
sucede como decir cada tanto
un día sí dos no
un día sí tres no
pero no regularmente
no cada dos días
ni cada tres
ni todos los sábados
ni los jueves
ni dos de cada cuatro viernes
sino por ejemplo un viernes
y luego no
y luego, dos semanas o tres más tarde
otra vez
y luego no –cinco días o seis o quince
y luego sí

Suele también suceder
que llegamos a olvidar por un tiempo algo
a alguien
y de pronto lo vemos, pensamos, lo tenemos o recordamos
o echamos
otra vez de menos
después de un tiempo
y después de un tiempo otra vez
y otra vez después de cierto tiempo

O se dice a propósito
de algo que sucede
por lo general en el alma
como un ritmo
o con un cierto ritmo
que por lo general ignoramos
que, más bien, reconocemos
cada vez
y cuando recordamos que cada tanto aparece
que ya van varias veces que aparece y lo reconocemos
entonces decimos que sucede
cada cierto tiempo
cada cierta medida
de un tiempo que desconocemos
como querer cantar o enamorarse
como sucede la lluvia

a veces





Situación con teléfonos

Alguien habla por teléfono. Otra persona lo/la mira con admiración, embobamiento. La persona habla por teléfono para quien la mira. En el otro lado de la línea no hay nadie.





Situación para romper un hechizo

Acuéstate
               –boca arriba
como si fueras a morir
o a darte a luz.

Remonta
la cuesta de los años
en lo oscuro.

Llega al umbral
        traspásalo / sumérgete
en la honda, estrecha, escala del olvido.

Dime qué ves.
Enfréntalo / enfréntate
a quien eras antes aun de la memoria.

¿Te reconoces?
Continúa.
Sí, reconoces ahora el camino
que te ha traído hasta aquí.
Su nitidez lo delata
       –un sueño azul que se proyecta en la pantalla
       azul del tiempo
       y va cobrando sentido.

¿Te ves?
Pregúntale por qué y acéptala
–cualquiera sea la respuesta.

–He venido a decirte adiós –responde.
No digas más que eso
sin saña
sin violencia
sin rencor alguno.

Intentará retenerte
volver a responder lo que ya sabes
lo que ya le has oído
quizás de otra manera.

Baja los ojos y crea
–con la mirada solo–
un reguero en el suelo
–un surco de tierra húmeda y cenizas.

Verás alzarse un fuego
una pared de fuego
–un fuego frío–
entre tú y tu fracaso.
Despídete.
Dale la espalda.
Vuelve a tomar el camino
      –el mismo:
      el sueño azul sobre el azul del tiempo.

Remonta los peldaños de la escala honda, estrecha.
Llega al umbral
traspásalo y desciende
la pendiente oscura de los años.

Vuelve a tu cuerpo
¿sientes? –un dolor en el vientre o en el pecho
como si algo de ti te hubiese sido arrancado
te anuncia que has vencido.

El dolor se irá
tú quedarás contigo.

(La memoria del hueco
te seguirá adonde vayas.)





Canción de las niñas bobas
(Codex Calixtinus)

una ronda
una ronda de niñas
               cansadas
               desaliñadas
una ronda de niñas tristes

*

un recreo de niñas juiciosas
               hacendosas
un canto de obediencia y buena
               educación
               buenas
               maneras

*

las niñas repiten la letra
     iiiiiii
las niñas repiten la
     ooooooo
luego unas sostienen la
     mmmmm
como el pedal de un harmonio
mientras las otras pasean

*

parece que les dijeron
                         que se callen
                         que canten
                         muy bajito

como en enaguas

*

–me gusta la libertad
        –dice una, poniendo cara de pájaro
y abriendo mucho los brazos

–a mí también
        –dice otra
y se encierra en su cuarto

*

hay dos insoportables
y su voz es más aguda
que las otras

*

–¿te acuerdas de la copista?
la que derramó la tinta
sobre tu vestido
–no

*
una ronda
una ronda de niñas exhaustas
        desangradas

un recreo de sombras
deslizándose
                  en ángulo
por la pared





La Conférence des oiseaux
(M. Levinas)

ópera
como agua
como pulirse de rocas
pebbles : cailloux :
unas con otras
–contra otras

y un
narrador
como aquel cuando chicos
        –Pedro y el lobo
que tanto miedo nos daba
        –no el lobo:
el narrador





Mercedes Roffé
La ópera fantasma
Vaso Roto, 2012

martes, enero 14, 2025

Tres poemas de Inger Christensen

Medusas

La tristeza de las nubes. Una luz ya invernal.
Y los últimos soles varados del verano
como medusas azuladas en la playa.
Las pongo en la mano viscosas frías,
sostengo un sol flácido bajo el cielo --
y el esperma se desliza entre los dedos tiesos.
Observo la estructura dividida al azar,
una unidad enigmática de ojos y genitales
y la escucha de otros sistemas solares.
¿Otra vez lloras? Así de distraídos estamos.
Añoramos ser de nuevo idénticos,
vagar como soles y genitales ardientes
sobre el cielo antes de que todo oscurezca.
Pero el avance de las nubes ya se detiene.
Las medusas azulean heladas y pequeñas.
Se abre a la fuga del verano.
Sostengo un sol flácido bajo el cielo:
oh conservar su fértil calor un invierno.





Blue Poles

Esta noche comienza la ausencia
a alejarse más allá y los sueños
qué sabemos de los sueños
saltos metálicos Jackson Pollock
plata fluyendo Jackson Pollock
miro al otro lado del mar

veo a lo lejos el paseo que diste tú
atravieso el lejano pacífico azul
falos y Moloch marcan los pasos de mi mirada
hacia lo desconocido

¿hacia lo desconocido?
¿estamos en el mundo antes o después?
¿somos o no fuerzas magnéticas?
seré yo quien tú confirmas:

génesis mujer sueño que comienza
a ir más allá esta noche
a llegar más allá esta noche
saltos metálicos Jackson Pollock
plata fluyendo Jackson Pollock
por encima del mar azul





Encuentro (III)


No sé qué es. No puedo decirte qué es. No tengo una idea clara; es como con las palabras, ya no está claro qué son.

Dentro del mundo. Una vez perdida en la hierba y siempre reptando feliz. Un segundo perdida la conexión con el mal y siempre el pensamiento en algún breve segundo venidero.

Tú interésate por los árboles. Se despliegan, se repliegan, se cierran, se quedan entreabiertos. Tienen una vida de árbol, por término medio más larga. Los árboles también son bellos.

Tú interésate por el mar y el cielo y la tierra. Lo que fluye, lo que eleva, lo que soporta. Lo que vive más tiempo y todo lo que se mueve con en sobre ello; ya no está claro qué es.

Pero está dentro del mundo. Nos hemos levantado en algún lugar y empezamos con pasos. Nos apretamos contra un árbol para recordar la hierba. Nos arrimamos el uno al otro para recordar el árbol. Paso a paso avanzamos, intentamos recordar el cuerpo, nos arrimamos al viento y al espacio e intentamos ver qué es.

Pero ya no está claro. Estamos dentro del mundo. Hierba, árbol, cuerpo. Mar, cielo, tierra -- tú interésate por eso. No ha sucedido nada. Pero hay un silencio. Hay una mentira. No puedo decirte qué es.

Amablemente se cuela el tiempo. Las calles florecen. Las casas ondean como palmeras. Las gaviotas giran en torno a la sagrada asta de la bandera. Todo está en una violenta explosión como los vestidos floridos en barcos turísticos. No tengo una idea clara. Pero con valentía decimos buenos días y adiós o depositamos las coronas.

Querido -- pues esta es la palabra -- hay una mentira. Hay una puerta cerrada. La veo. Es gris. Tiene una manita negra con la que decir buenos días y adiós. Tiene una manita negra y rígida que está totalmente quieta. Esa puerta no es una mentira. Estoy mirándola fijamente. Y no es una mentira. No puedo decirte qué es.





Inger Christensen
Luz. Hierba
Traducción: Daniel Sancosmed Masiá
Sexto Piso, 2021